Hace no mucho  hablando con un compañero, del mágico mundo donde me muevo, recuperé un recuerdo perdido en la maraña de neuronas de mi cabeza. Un recuerdo de cuando yo tenía 4 o 5 años: Iba con mi padre en un centro comercial de no se que lugar. Como buen niño que era (y soy) me encapriché de un par de guantes de lana, podrían ser blancos con pequeñas puntadas de colores, pero puede que me equivoque. Quería a toda costa aquellos guantes y clamé por ellos como bien pude, pero mis ganas se estrellaron ante la negativa de mi padre, su "no" rotundo hizo que buscara otros caminos para conseguir mi preciado tesoro. No me los compraron pero, aun así, yo me los llevé a escondidas dentro de mis pequeños bolsillos. Al llegar a casa me los puse y se los enseñé a mi padre triunfante, pero mi éxito terminó cuando me hizo volver a la tienda a devolverlos.
      No recuerdo si me castigó o me dio unos azotes (de los que ya no se dan) aquel día, pero lo cierto es que no aprendí ninguna lección...


     Mi primera aventura en el mundo del robo hace que se justifique mi nuevo camino artístico y que me sumerja... en la belleza de lo ajeno.